08 agosto, 2008

El Fin de la Pena VII

Reforma Penitenciaria: Estructura Orgánica
En las paredes de una celda carcelaria, hace años, apareció escrita esta sencilla cuarteta:
"en este sitio maldito
donde reina la tristeza,
no se condena el delito,
se condena la pobreza"

La reforma del sistema Penitenciario demandará un exhaustivo análisis de los instrumentos y valores que sustentan la función penitenciaria. Ya se ha referido a un Sistema Penitenciario integrado y relacionado con el conjunto de la Sociedad, se ha inferido que existen patrones de organización comunes a ambos, y que en la cárcel se pone físicamente de manifiesto el poder del Estado sobre el conjunto de los ciudadanos. El trato que reciben los presos es el mismo que relaciona a los integrantes de la sociedad.
Es importante profundizar entonces la noción de mano dura, del mensaje represivo. El mensaje represivo es común como primera medida, sirve para calmar de manera parcial la angustia de las víctimas de los delitos, pero no ataca las causas que los produjeron.
El sistema penal debe actuar como última razón de ser. En el fondo hay una crisis de legitimidad de la función carcelaria, porque no logra su objetivo de resocializar a las personas, sino que hace todo lo contrario. Es muy difícil lograr una contra motivación, con una política represiva en la persona que ha delinquido.
El ser humano es diferente a un perro. Con un palazo se puede lograr contra motivación en un can mientras que en el ser humano sólo se obtiene desjerarquizarlo y convertirlo en un autómata; lo cual es un pésimo resultado. Se debilita y desestructura su yo. Sólo aparenta una obediencia ciega, simulación de aceptación de las normas carcelarias para conseguir un beneficio.
Desde el comienzo de la experiencia de gestión se percibió una posición de mayor vulnerabilidad de lo normal para las autoridades políticas del área de gestión; el acuerdo era la llave para el sostenimiento de la gestión; los motivos son claros:
1) Tensión en las relaciones con el personal: La reforma y las cesantías que se llevaban a cabo en la policía enrarecían el ambiente y la relación del gobierno con el personal penitenciario.
2) Pésimas condiciones de vida de los internos: El hacinamiento estructural impide que los internos cuenten con la condiciones básicas de una vida digna.
3) Imposibilidad fáctica de mejorar sustancialmente la situación en el corto plazo con el presupuesto ya establecido.

Nuevos Complejos Penitenciarios.
Es inviable un proyecto de tratamiento penitenciario en un establecimiento con el deterioro y saturación que sufre penitenciaría de Boulogne Sur Mer. Por eso, la primera gestión del flamante Ministerio de Justicia & Seguridad a cargo del Dr. Alejandro Cazabán dio gran impulso al proceso de construcción de 2 complejos Penitenciarios (uno en el Departamento de San Rafael y otra en Cacheuta); los mismos tendrían una capacidad para 2.000 internos y serían flexibles para su ampliación. Después de un proceso muy largo que incluyó múltiples reuniones y asambleas públicas, fue seleccionado el Campo Cacheuta. Se elaboró el programa de requerimientos para que el Ministerio de Obras y Servicios Públicos pudiera realizar el llamado a licitación pública internacional.
Los requerimientos establecidos en los pliegos reemplazaban el anteproyecto concursado en 1995. Este complejo delineado por la comisión interministerial no tendría muros; en su lugar se construirían dos alambrados paralelos separados por varios metros sembrados de censores y filmadoras. Lo suficientemente amplio como para que lo recorran vehículos de patrullaje. Los internos estarían habilitados para ver el exterior y a su vez, poder ser vistos, porque cuando una Sociedad esconde algo, está tentada a violar el estado de Derecho.
También se pretendía que el complejo tuviera cierta autonomía del resto de la ciudad con una planta de tratamiento de líquidos cloacales y un microhospital. Los niveles de autonomía se conservaría en las divisiones internas del complejo. Se contemplaba un conjunto de 7 unidades de ejecución independientes, cada uno correspondiente a un tipo de interno o al grado de seguridad necesario, cuya estructura urbanística se asemejara a un barrio, con 5 unidades (Mujeres, Jóvenes Adultos, Procesados, Penados, Máxima Seguridad y Autodisciplina, para hombres y para mujeres).
A cada establecimiento se llegaría en colectivo, tendrían una capilla, cocina y locutorios para que los presos atiendan sus visitas; lavadero, boxes, gimnasio y aulas, para capacitación.
Los establecimientos estarían divididos en pabellones, con un total de 80 internos cada uno. Cada pabellón tendría su grado de autonomía, con depósitos para alimentos, limpieza, basura, cabinas telefónicas y un salón con canchas y gimnasio.
Los pabellones, divididos en cuatro cuadros de alojamiento con capacidad para veinte personas cada uno. Las celdas, individuales: cada preso en un espacio de 8 metros cuadrados. En esta superficie, una cama, un escritorio, un espacio para guardar ropa, un inhodoro y un lavamanos.
Los niveles de seguridad variarían según el establecimiento, los grados de restricción de la libertad se diferenciarían entre el área de mujeres y el de máxima seguridad. Las internas madres, en su propio espacio, y una guardería intramuros. El máximo nivel de libertad, en el sector de autodisciplina. La vigilancia más laxa, con un solo agente. La nueva “chacra1”, como un barrio con varias casitas, calculadas para 6 personas, con huertas, talleres, capilla, biblioteca, aulas, gimnasio y espacio para las entrevistas con el gabinete Psicosocial.
La autonomía de las distintas áreas de la penitenciaria, surgiría de lugares diferenciados para admitir a los internos, para la atención de los profesionales y espacio para la cocina, la seguridad interna y mantenimiento de todo el complejo con la previsión de una cancha reglamentaria de fútbol.
La nueva cárcel debería tener los servicios anexos, fuera de los alambrados perimetrales; un casino para los agentes penitenciarios con dormitorios, vestuarios, comedores, salón de conferencias, un polideportivo y una farmacia. Se construirían ámbitos especiales para la recepción de las visitas y para las visitas íntimas. De esta manera habría acceso al trabajo y a la educación. Un hospital de mediana complejidad, talleres y fábricas, con la participación de capital privado. Cada módulo con enfermería, espacios verdes, escuela y un lugar para la oración. Cada penado recibiría el tratamiento que le correspondiera según su sexo, edad, estructura psicológica, situación legal y predisposición al cambio.
Cultura Penitenciaria
Desde que se creó la Dirección General del Servicio Penitenciario se modificó el esquema de trabajo del Sistema Penitenciario. La autoridad política creada a la luz del nuevo Ministerio de Justicia y Seguridad, concentraba entonces la responsabilidad de todos los establecimientos penitenciarios de la provincia. Directores de las unidades de ejecución debían circunscribir su actividad a la aplicación de la política emanada por el Ministerio de Justicia y Seguridad.
Para las administraciones, este esquema de poder y desmanejo simultáneos dificultaba sortear el problema de los motines, ya que rompían el principio de autoridad, obligando a tomar medidas drásticas para recomponerlo. La implementación de la ley 24.660 se percibía deficiente o débil para mantener el orden en las Unidades de Ejecución, consecuencia de ubicar el orden y la disciplina como valores en sí mismos, desvinculados del proceso de readaptación.
El modo de vida esclarece cómo fue organizado este motín, sus relaciones y los intereses que se barajaron en él. Sobre todo el rol que cumplen en estos hechos el personal penitenciario, los internos, los medios de comunicación y los funcionarios.
La prisión es "un mundo"; e interesa conocer cómo se desenvuelve y reacciona la persona ante él.
El individuo privado de su libertad, se ve inmerso en este mundo que se le impone, sin tiempo para una adaptación progresiva. El interno percibe que no tiene vías de escape, sólo le cabe adaptarse y plantearse distintas formas de evasión, ya sean éstas psicológicas o físicas. Atmósfera cerrada que penetra todo el espacio físico del centro penitenciario, con muy escasos lugares o territorios de evasión personal. El individuo no puede llegar a acotar su propio espacio, porque éste es también espacio de los demás, lo que lleva a una auténtica promiscuidad temporal y espacial. Tampoco puede elegir sus amistades o compañeros, ya que estaban ahí.
No sólo está privado de libertad e intimidad y sometido a un sistema jerarquizado y muy autoritario sino que resulta paralelo al que marcan los mismos presos. El interno vive en función de su propia subsistencia. Para sobrevivir, se ve abocado a cumplir con las normas impuestas por el llamado "código del preso", a la vez que asume las establecidas legalmente. Esto quiere decir que la persona privada de libertad, lejos de aprovechar su experiencia para reflexionar sobre el delito cometido y para hacer un replanteamiento de su vida de cara al futuro, lo que hace en realidad es interiorizar los valores de esa subcultura en la cual se halla inmerso.
La vida de las personas privadas de libertad está organizada en función de la custodia y retención y se organiza de acuerdo con la estructura física de los edificios y su propia seguridad, ya sean éstos ordinarios, especiales o abiertos.
En el caso de Mendoza cada pabellón encuentra su equilibrio particular en el consenso de los internos que lo habitan. De esta forma los habitantes de los pabellones construyen sus propios códigos de convivencia, y en este mecanismo se genera cierta identidad de grupo primario y sentido de pertenencia que trasciende los límites de la “ranchada”1. Estos códigos tienen que ver con la resolución de conflictos, la administración de recursos como comida, yerba, artículos eléctricos, de limpieza, y un sistema de control y justicia propia, del que no están exentos los castigos, abusos físicos y la muerte.
La cohesión grupal en la cárcel alude al grado en que un grupo resulta atractivo para sus miembros. Esta atracción puede ser la de pertenecer a un grupo, que a su vez puede estar determinada por diversos roles y normas.
En la distribución de los reclusos en los pabellones se presenta el riesgo de violencia entre internos. Estos conflictos pueden surgir de la convivencia cotidiana en el presidio o pueden tener antecedentes que vienen del exterior. La estructura interna de los grupos incide en la tensión que atraviesa el Sistema Penitenciario por los roles que se reproducen en toda sus escalas.
Las ranchadas o grupos primarios -por no decir familia -se identifican porque las relaciones personales son cara a cara; y a un nivel íntimo. En estos grupos se desarrollan normas y roles. El grupo primario ejerce un control informal sobre sus miembros, un control no institucionalizado, pero no por ello menos eficaz.
Este control es ejercido de manera latente. Cuando un miembro irrita o molesta a otro, éstos pueden mostrar su desaprobación por medio del ridículo, risa, critica, ostracismo y agresión física.
La estructura física y organizacional del Sistema Penitenciario restringe la cantidad de roles en una Sociedad libre a los factibles en un grupo operativo primario; un n° restringido ligado por constantes de espacio y tiempo y articulados de forma implícita o explícita a una tarea(continuará)

@VicenteJEspeche